Ya pasó un año. Pasado el mediodía de aquél miércoles 25 de noviembre, los medios de comunicación de todo el país comenzaron a dar la noticia a cuentagotas, ya que nadie se animaba a confirmarlo. O más bien, nadie quería creerlo.
Las redes sociales comenzaron a replicar lo sucedido y los celulares comenzaron a llenarse de notificaciones, tanto de mensajes privados como de los grupos de WhatsApp que todos integramos con amigos, familiares o compañeros de trabajo.
Murió Maradona. Se murió el Diego. Así, sin más, y a los que alguna vez sintieron felicidad gracias a su mágica zurda se les estrujó el corazón. Si Maradona era inmortal. Si era Dios. Cómo se va morir Maradona.
Ya pasó un año. Y curiosamente, el primer año sin el 10 entre nosotros fue uno de los más maradonianos de todos, o al menos desde que decidió colgar los botines allá por 1997.
La figura del mejor futbolista de todos los tiempos pasó a estar presente, en primer lugar, en los innumerables homenajes que le realizaron, sin exagerar, en todos los rincones del planeta tierra. De Fiorito a La Paternal, de La Boca a Barcelona, de Napoli a Sevilla, de Rosario a Dubai, de Sinaloa a La Plata... Pero también de Inglaterra a Brasil, de Moscú a Ciudad del Cabo, de Bangladesh a Tokio.
Y con el correr de los días, de las semanas, de los meses, el mundo se fue maradonizando cada vez más. En murales, en remeras, en tatuajes, en videos, en canciones, en obras de arte y hasta en una serie sobre su vida que, aunque estuvo lejos de las expectativas generadas, sirvió para revivir sus gestas más memorables.
En tiempos de redes sociales, las cuentas maradonianas de Instagram y Twitter multiplicaron sus seguidores y sus posteos se viralizaron día a día para mantener viva la llama de un romance que comenzó cuando empezó a deslumbrar a todos con su talento en Argentinos Juniors y que se consumó con la conquista de la Copa del Mundo de 1986.
Como futbolista, Diego Armando Maradona trascendió fronteras inimaginables en épocas en las que internet no existía, la TV por cable no era para todos y las redes sociales no estaban en la mente de nadie.
Su muerte sirvió para dimensionar, si es que alguien realmente pudo hacerlo, la importancia de una figura que revolucionó todo con la pelota en los pies.
El mundo lloró a Maradona. Un planeta entero lloró a Maradona. Su muerte sigue doliendo, y la herida cerrará algún día, pero quedará su cicatriz. Mientras tanto, el fútbol mundial y sus seguidores se encargaron día a día de mantenerlo vigente, quizá con el miedo de olvidar sus hazañas.
Así pasó el primer año sin el 10.