El sueño de Argentina en el Mundial se frenó en el primer compromiso de peso: cayó 2-0 ante Nigeria en los octavos de final y se despidió del torneo
Una imagen se repitió en el primer tiempo y evidenció mucho de lo que pasó en el campo de juego: Javier Mascherano llamó una y otra vez al capitán Agustín Giay para darle indicaciones. También habló con Tomás Avilés y con Valentín Gómez. Y es que jugó incómodo Argentina en esa etapa inicial porque no pudo sortear las persecuciones individuales que propuso el intenso Nigeria.
Mascherano ya había avisado cómo jugaría el elenco africano: marcando hombre a hombre en todo el campo. Tal vez por eso realizó un pequeño retoque en el esquema: dejó el 4-2-2-2 para apostar por un 4-2-3-1, con Luka Romero como puntero izquierdo y Valentín Carboni como enganche. Vale recordar que en los primeros duelos la Selección se plantó con dos conductores, el mencionado Carboni por derecha y Matías Soulé, esta vez suplente, por izquierda. Pero no funcionaron esos movimientos que propuso Masche y se la pasó dando indicaciones. Recién en los últimos minutos el elenco nacional pudo agarrar mal parada a la defensa rival y generar algo de peligro.
Todos los futbolistas argentinos tuvieron su marca asignada que los siguió por todos lados en el campo africano. Así, si Carboni se recostaba sobre la derecha hasta allí lo acompañaba Daniel Daga. Lo mismo con Redondo y Lawal o Tanlongo y Nadi. No pudo progresar desde la tenencia Argentina y no encontró pases entre líneas para hallar a Carboni. Quien mejor entendió cómo jugar fue Luka Romero. El de la Lazio fue el de mayor movilidad y sacaba a su marcador, el lateral derecho, para dejarle el espacio a Valentín Barco. Sacó buenos centros el defensor de Boca, aunque no hubo fineza en la definición.
Brian Aguirre no hizo pie: no halló el lugar para desequilibrar, más allá de que arrancó a pura gambeta. Su peso se fue diluyendo porque no comprendió cómo jugar. También le costó a la hora de presionar.
Esta vez, y como se suponía, Federico Redondo -se metió en el equipo por Máximo Perrone- no tuvo libertades para manejar la pelota, aunque el hijo de Fernando demostró que mete pierna fuerte si el partido así lo requiere. Tanlongo, por su parte, estuvo atento a las corridas africanas.
No se metió atrás Nigeria, conviene decirlo. Buscó el juego físico, intentó salir jugando desde el fondo y propuso el emparejamiento individual. Le salió bien, aunque en un par de desatenciones Argentina le generó peligro. Eso tiene esta clase de estrategia, muy usada por Marcelo Bielsa: un segundo de distracción puede pagarse caro. Contó con una sola situación: un zurdazo a la salida de un lateral de Ibrahim Muhammad que se fue cerca del palo derecho de Gomes Gerth.
En el complemento, Nigeria se tiró unos metros más atrás. Mascherano no movió el banco y optó por cambiar de puntas a Romero y a Aguirre. Tampoco dio resultado ese enroque porque el chico de Newell’s no estaba en su tarde.
Tochukwu Nadi, el mejor de la cancha, estrelló un derechazo en el travesaño a los 11 minutos y fue un aviso de lo que vendría un ratito después. El gol de los africanos no fue de contra, pero sí a pura potencia. El arquero sacó largo y alto, Tanlongo no se impuso, a Barco le ganaron en el salto y Muhammad definió tras ganarle la espalda a Giay.
Y llegaron los nervios, tan típico de los juveniles. Atacó mucho Argentina y mereció más. La ansiedad no lo dejó definir, como en esa que tuvo Maestro Puch abajo del arco y que rebotó en un defensor. El más movedizo siguió siendo Romero, a quien el palo le negó el gol en la más clara.
Y con otro pelotazo del arquero, Nigeria marcó el segundo. Para el adiós prematuro de la Selección; para que las preguntas se acumulen.